lunes, 23 de mayo de 2011

ALGUNAS RECOMENDACIONES LITERARIAS

A continuación paso a hacer una pequeña crítica de un par de libros, así como a aportar algunos datos sobre ellos.
Espero que os sea útil.

Título:. Lie Tsé : Una guía taoísta sobre el arte de vivir
Autor: Recopilación de escritos. Versión de Eva Wong
Precio: Aprox. 14 euros
Editorial: Arca de sabiduría
El Lie Tsé, el Chuang Tsé y el Tao Te Ching (Lao Tsé), están reconocidas como las tres obras clásicas taoístas más importantes, aunque en Occidente los dos primeros son poco conocidos.
El nombre del libro proviene del filósofo  Lie Tsé, que fue un personaje real que vivió unos 200 años después de Lao Tsé y de Confucio. Encontraréis en  él “una recopilación de historias y de meditaciones filosóficas” (sic)
Independientemente de la sabiduría contenida en las historias del libro, sólo por la lectura de la introducción de Eva Wong, merece la pena comprar el libro. Los que no seáis muy aficionados a leer podéis tener la seguridad de que su lectura es fácil ya que los relatos son muy cortos, pero de contenido muy profundo.

TÍTULO: “La esencia del t’ai chi ch’uan
AUTOR: Tew Bunnag
EDITORIAL: La liebre de marzo
PRECIO: Aprox. 18 euros
Muchas veces los practicantes de taichi, incluso los instructores, nos olvidamos de varios aspectos muy importantes del mismo, como que:
Ø   Es un arte.
Ø   NO es la mera reproducción más o menos perfecta de unos movimientos preestablecidos.
Ø   El taichi, como todo arte, cambia y evoluciona en función del momento histórico y las características socioculturales de sus practicantes.
Ø   El taichi tiene aspectos emocionales, incluso espirituales, que son los que marcan la diferencia entre “los que practican una forma” y “los que viven según los principios del taichi”
De todo esto y de mucho más habla el autor en este libro, que es  pequeño en formato pero grande en contenido.
Con un lenguaje muy sencillo, anclado en la realidad pero trascendiendo hacia la espiritualidad, Tew Bunnag nos habla de algunos aspectos del taichi de los que NO se suele hablar en otros tratados sobre el tema:
Ø  De lo importante que es no menospreciar el aspecto marcial del taichi puesto que conociendo el fundamento de nuestra agresividad en lugar de ignorarlo, encontraremos el significado de la Paz.
Ø  De que al practicar taichi podemos trascender el aspecto puramente motriz y llegar incluso “ a la oración a través del movimiento”
Ø  De los peligros espirituales en los que se puede caer y que bloquearán nuestro crecimiento en el arte: Orgullo, fanatismo, envidia, duda…De estos peligros también se habla en  los libros del maestro Chen Mang-Ching
Ø  Y, por último, es poco frecuente que en los libros que tratan sobre tai chi chuan, se haga una introducción práctica a la meditación.
Espero que, si decidís leer este libro, lo disfrutéis tanto como lo hice yo hace unos meses.
                                                         Carmen Campos



lunes, 9 de mayo de 2011

Tantien inferior: La puerta de expansión hacia el Universo



El tantien es nuestro núcleo somático así como el almacén más importante de chi, y el lugar donde xin y yi interactúan dando lugar a la actividad cargada de  intención y emoción: “Desde él me acepto y controlo, lo cual me hace capaz de abrirme al mundo sin miedo y sin rigidez”

El tantien es fuente de vida y de energía, de poder interno: Nos permite tomar conciencia de nuestro cuerpo a través de la respiración, del dominio postural y del movimiento. Desde él, podemos integrar nuestra corporeidad como una unidad básica de permanencia y acción en lugar de esa vivencia dispersa e incoherente que en Occidente tenemos de nuestra estructura física.

Pero no es sólo el punto de conexión y unificación global corporal, sino el punto a través del cual trascendemos hacia nuestra realidad más recóndita:” Desde mi ser más profundo y sincero, me hundo en la tierra y me expando hacia el cielo. Me abro en círculos concéntricos sin moverme de mi mismo.”

 
El tantien nos permite conectar con nosotros mismos y, desde allí, movernos en nuestra órbita pero junto con el resto de los movimientos orbitales de los otros entes. Desde nuestro núcleo nos expandimos hacia los demás, hacia la vida, hacia los sentimientos y emociones, hacia el pensamiento y la acción.

El trabajo alquímico sobre nuestro interior es lo que en nuestra cultura entendemos por trabajar la autoestima y la aceptación de todo lo exterior desde la serenidad y la gratitud a la existencia. Aprender a asumirnos como somos, a entendernos y amarnos. Dejar brotar desde nuestro tantien el sentimiento de fusión con el Cosmos, de pertenencia a él.

 Este trabajo conlleva una vivencia más profunda de la tolerancia, porque se puede admitir  todo lo externo a uno mismo sin sentirse agredido, cuando se está firme y relajado en el propio lugar.
Para el taoísmo, el ser humano es el nexo de unión entre la energía del Cielo y la energía de la Tierra. Somos el sistema de intercomunicación entre ambas.¡Qué responsabilidad! Sin embargo, ¿quién querría un sistema de comunicación sin cobertura? ¿Quién se fiaría de la labor de un intermediario que, a su vez, está absolutamente desconectado o, al menos, sin coherencia en esa conexión universal? Tenemos un enorme trabajo que realizar, y ese trabajo comienza por tomar conciencia de nuestro propio tantien.

Los ciclos de la vida conllevan alegría y sufrimiento. A veces, los acontecimientos son luminosos, rebosantes de vida y de esperanza. Otras veces, nos zarandean, nos oprimen, nos desgarran. Luz, plenitud. Sombras, desesperanza. Somos parte de la energía cósmica, y no podemos vivir ajenos a sus vaivenes. Nuestros ciclos se ven influidos por todos los de los entes que existen. Sobre todo, son interdependientes de las fases de los seres que amamos.
Pero en todo este movimiento incesante, no es lo mismo movernos con la dinámica vital de todo y todos los que nos rodean conservando el propio punto central del movimiento, que verse arrastrado como una hoja por un vendaval.
Cada uno de los hallazgos o las pérdidas de la vida, de sus problemas o soluciones, de los momentos alegres o los de hondo dolor, no pueden suponer que nos desbordemos de nuestro propio interior, lo cual supondría una desconexión de nosotros mismos. Sentir, gozar, sufrir sin desbaratarnos, sin disiparnos en el medio.
Adaptar la mente y el alma  a las fases cambiantes de la vida como adaptamos el cuerpo a los movimientos redondos y fluctuantes del tai chi.
Necesitamos que nuestras secuencias se equilibren para existir. Pena-alegría. Dentro-fuera. Arriba-abajo. Sin contrastes entre contrarios, no seríamos. Sin alternancia no hay vida, no hay crecimiento.
Y ese punto de anclaje con nosotros mismos y con el Universo es nuestro tantien: “Desde mi tantien , me centro y me expando, me recojo y me centro. Y vuelta a empezar.”



Si es cierto que somos un nexo de unión entre energías del Cielo y de la Tierra, el tantien inferior es el punto de apertura y crecimiento hacia las fuerzas del Orden Cósmico: La puerta de expansión hacia el Universo. Y en ese caso, los practicantes de taichi tenemos una responsabilidad notable e inequívoca. ¡Cuantos más seres humanos centrados y con conciencia de la trascendencia, mayor número de puntos de unión entre energías universales!
            
             C.Campos
                                                       







lunes, 2 de mayo de 2011

Pequeño cuento chino: “EL TESORO DE CHIANG”



Hace poco llegó a mis manos el manuscrito ignoto de la historia de Chiang. Tal como alcanzó a mi conocimiento, os la transcribo a vosotros para que leáis este relato que me regaló la vida:
“Chiang era un labrador que vivía en una aldea lejana a grandes poblaciones. Su vida transcurría sencilla y tranquila, centrada en sacar adelante la parcelita de terreno que producía los alimentos necesarios para que él, sus padres y hermanos sobrevivieran sin abundancia y sin escasez.
Era un joven inquieto y trabajador, no le asustaba afrontar nuevas tareas, pero hasta que lograba aprenderlas se desesperaba, le consumía la impaciencia.
Una tarde, al final de la jornada, cuando volvía a encerrar al buey de agua que la familia utilizaba en las faenas agrícolas, vio a un extranjero penetrar en la aldea.
El desconocido, casualmente, se dirigió a la casa de los padres de Chiang que era de las primeras, y después de explicar que necesitaba descansar durante un tiempo ya que había emprendido un larguísimo viaje recorriendo todo el país, negoció con el padre la posibilidad de ser admitido como huésped durante una temporada. Después de acordar tiempo y precio, el extranjero pasó a ser un miembro más de la casa.
A la tarde siguiente, cuando Chiang volvía del campo, comprobó que el extraño estaba practicando taichi, y se notaba en su práctica y en su porte que era un maestro.
Día tras día durante una semana, observaba y callaba, pero una gran inquietud comenzó a reconcomerle: Iba creciendo en su interior el irrefrenable deseo de aprender el arte del maestro. De aprenderlo sin dilación.
Llevado por su impaciencia, se llegó hasta el maestro y, sin ningún miramiento, interrumpió su práctica con estas palabras:” Me gustaría que me enseñaras taichi. A cambio, pídeme lo que desees de mi”.El maestro, sin enfadarse ni inmutarse, miró profundamente a los ojos de Chiang, y después de unos segundos le dijo: “De acuerdo, te he observado cada día mientras tú, a su vez, me observabas a mi, y creo que puedes ser un buen alumno. Eres dispuesto y trabajador. A cambio de mis enseñanzas te voy a pedir un tesoro.”
Chiang exclamó: “¡Un tesoro! Maestro, tu sabes que en mi familia disponemos de los bienes precisos para vivir si pasar hambre, pero no dispongo de riquezas”.
“No, Chiang, es un tesoro que debes buscar y que está muy cerca de ti. Ahora déjame y vuelve cuando lo hayas encontrado.”
Día tras día, en sus ratos libres, Chiang buscaba el tesoro: Escudriñaba tras arbustos, dragaba el río por diferentes zonas, removía piedras, escarbaba en diferentes desniveles de la tierra que parecían aptos para esconder algo. Y ante la desesperanza de no encontrar el tesoro volvía a hablar con el maestro tarde tras tarde, siempre lo mismo: “Maestro, el tesoro no existe o no soy capaz de encontrarlo. Por favor, pídeme otra cosa. Seré tu sirviente. Lo que quieras, pero enséñame”
“El tesoro está cerca de ti. Busca y cuando lo halles te enseñaré”
Pasaron semanas y Chiang poco a poco dejó de remover cielo y tierra, dejó de suplicar al maestro, y simplemente se sentaba a observar la práctica. Cada tarde que pasaba se fue resignando y se fue centrando en el disfrute que sentía al observar los movimientos del taichi.
Y un día, dejándose envolver por la suave tibieza y la decreciente luz del crepúsculo, Chiang se dio cuenta  de que la energía del Universo hace que todo llegue en su momento, cuando es preciso, cuando es necesario que se alcance. Se levantó despacio y caminó hacia el maestro esperando a que terminara su práctica. Cuando este acabó, le hizo una reverencia y le pidió permiso para hablar:         “Maestro: No soy capaz de encontrar el tesoro que necesitas para enseñarme, pero he aprendido que si no es así es porque no es el momento de que yo aprenda taichi. Gracias por tu paciencia conmigo”
Con la mirada risueña y un cierto aire zumbón el maestro le respondió: “Querido Chiang el que necesitabas el tesoro eras tu y no yo, era imprescindible para aprender y no para enseñar y… ¡ya lo has encontrado! El tesoro que buscabas es la paciencia, y ahora que la tienes estás preparado para instruirte en el taichi. ¡Es tu momento! Comencemos.”
Y los suaves movimientos de ambos se fundieron con la luz rojiza del atardecer.

                                                                C.Campos