Este es un artículo dedicado a los practicantes de taichi...o de cualquier arte interna...o de cualquier cosa en la vida...
“Cuanto más profundas son las raíces más crece el árbol”
Proverbio chino
Si se siembra semilla de hierba, las plantas ocuparán con gran rapidez una vasta extensión de terreno. Parecerá un lugar bello y lleno de vida aunque sepamos que al más mínimo inconveniente se agostará; incluso, puede que se vuelva baldío. Los plantones, en el mejor de los casos, crecerán vanamente sujetos al suelo, sin ninguna ambición de elevarse hacia el horizonte.
¡Tan extenso, tan superficial!
Si se siembra la semilla de un árbol, tendremos durante muchos, muchos años, un suelo aparentemente yermo, con una plantita que casi suscitará condescendencia y conmiseración.
Al cabo del tiempo, cuando el árbol haya ahondado con sus raíces y la tierra las abrace con fuerza, cuando se hayan elevado sus ramas hacia el cielo intentando acunar entre ellas el aire y las nubes, sabremos que ha valido la pena esperar. El árbol ocupará una zona recoleta del terreno, pero su copa soñará la altura, y su base ahondará en el interior de la energía terrestre.
¡Tan circunscrito, tan profundo!
Y cuando el árbol alcance su madurez estará preparado para esparcir nuevas semillas que a su vez pueden convertirse en árboles, y desde estos, nuevas semillas arraigarán en el lugar, y desde estos…El bosque.
HACIA LO PROFUNDO.
¿Cómo deseamos crecer y aprender los practicantes de taichi? ¿Cómo hierba o como árbol?
La respuesta que surge espontáneamente es evidente, pero a la hora de la verdad, ¿es cierta en nuestro corazón y en nuestra práctica habitual? ¿De verdad buscamos la excelencia en nuestro taichi o sólo la abundancia? ¿Buscamos la vivencia interior o sólo reproducir cada vez más movimientos aunque sea de cualquier modo?
Me da la sensación de que nos comportamos como el glotón que nunca tiene bastante comida, y aún a costa de no poder saborearla ni digerirla, sigue comiendo, comiendo…: “No controlo un movimiento, no lo entiendo, no lo vivo, no lo enraízo, pero deseo reproducir otro… y otro…y otro”. Esto no es taichi.
Demandamos a nuestros maestros otro ejercicio, otra figura, otro pasito, otro giro de espada. ¿No será esto vanidad y vacuidad? ¿No estaremos confundiendo la cantidad con la calidad, la extensión con la profundidad, el objetivo con los medios, la finalidad con la apariencia?
El trabajo bien hecho nace en la propia conciencia, en la emoción mantenida, en el esfuerzo constante. Esta labor, al tener recónditos y fuertes orígenes, es la que va a permitir que el conocimiento se expanda poco a poco hacia otros ámbitos.
HACIA LO PROFUNDO.
Hemos sido dotados de conciencia propia y universal, hagamos uso de ella en el taichi, porque este arte es un sistema de vida y no sólo un cúmulo de bellos actos motores encadenados con mayor o menor destreza y acierto.
No es importante conocer más y más movimientos: “No me hace mejor practicante un avance rápido a lo largo de las tablas de forma o espada, sino un flujo constante de esfuerzo y atención”
Raíz, estructura, función del movimiento, equilibrio, dirección y fuerza de la energía, trabajo sobre la base recóndita de nuestro ser, experiencia anímica del tantien como puerta de comunicación con las energías universales.
Me asombra que, a veces, reproduzcamos movimientos tan rígidos, engolados, hieráticos, faltos de gracia y sutileza y deseemos más y más…y más, en lugar de mejor y mejor…y mejor.
HACIA LO PROFUNDO.
Sólo el trabajo oculto, unido a la constancia en la práctica, puede hacer que la simple motricidad pase a ser aprendizaje vital. El sentimiento insondable llevará a la armonía en el movimiento, de tal forma que reproducirlo y observarlo será una experiencia conmovedora porque lo que se estará poniendo de manifiesto en la realización de la forma, será el propio espíritu del intérprete.
Lo que profundiza puede crecer y elevarse. Cuanto más penetrante, más elevado. Cuanto más oculto, más valioso. Desde lo hondo se crece hacia lo ancho y hacia lo alto. De abajo hacia arriba. De dentro hacia fuera. Como los árboles. Como los montes.
Pidamos a nuestros maestros que nos guíen hacia lo trascendente. Intentemos refrenar, dentro de lo posible, la voracidad incongruente de nuestros alumnos y acompañémosles hacia la raíz.
Puede que algún día, siguiendo este ritmo pausado y laborioso, nuestro campo sea fértil y se pierda en un amplio paisaje de vida; y, cuando observemos lo logrado, tendremos la seguridad de que nuestro crecimiento permanecerá ya que ha sido HACIA LO PROFUNDO y, desde allí, HACIA EL INFINITO.
C.Campos
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